¿Dónde deberían caer los sueños mas complejos? ¿Acá sobre
esta piedra, o allá en los lugares más intangibles de mi cabeza?
¿Cómo se adormece la torpeza de mis sentidos? ¿Cuándo me
ignoro y en qué momento me admiro?
¿Seré sumamente sincero o un mentiroso descuidado? ¿Qué
recuerdo y qué imagino que recuerdo? ¿Quién me escucha cuando callo? ¿Quién me
ve cuando ya no estoy?
La pregunta nos invita a descubrir caminos, a sentirnos con
machete en mano los precursores de un destino, pero a la vez está
constantemente sumergiéndonos en dudas, en inseguridades precisas difíciles de
asumir. Obligándonos a pararnos en diversas veredas, distintas miradas.
De pronto, un viento hace tartamudear a mis piernas, que con
toda la timidez del mundo tropiezan entre si. Una fuerza punzante de humo me
empuja hacia la otra orilla, me quiere ver crecer, creer, quiere que responda
con el cuerpo, que no filme sino que actúe.
¿No se entiende que vivo en la pregunta? Viajo en regresos,
hablo en escuchas.
Y aunque el viento me obligue, yo sé que en la vejez volveré
a recoger las preguntas, trataré de retornar al pesimismo crítico, saboteando
al optimismo ingenuo que me inculca cruzar. Y en un tiempo, quizás, moriré sobre
la misma piedra, escupiéndole al pastizal, alguna enseñanza.
Seguramente siempre nos haremos las mismas preguntas pero seguramente no seran nunca las mismas repuestas y la mayor certeza será la duda.
ResponderEliminarun abrazo