Publicado por Criticadigital.com
"Mi mamá, durante una conversación trivial en un balneario de Villa Gesell, me dijo que a veces le da vergüenza decir que dos de sus hijos son periodistas. En otro momento hubiera esbozado una rápida y efectiva defensa para mi hermano y para mí, porque este oficio nos entrena para ser ágiles en el arte de la persuasión; el problema -y una vez que termine usted de leer este artículo verá si lo convencí de que es un problema- es cuando los periodistas nos transformamos en esos a los cuales Platón llamaba “sofistas” y usamos los medios para darle peso, con nuestras palabras, a los argumentos más débiles. Después de dos días de cubrir y ver cómo se cubría el caso de Eduardo Vázquez (baterista de Callejeros) y Wanda Taddei, no me quedaban ganas para defender a nadie. Y, ahora que lo pienso, al carajo con Platón, yo les digo mentirosos, inescrupulosos, vendehumo, parásitos (pobres parásitos).
Aproximadamente a las 14 del miércoles y a través de la pantalla de C5N, en la redacción de Crítica de la Argentina nos enteramos de que el baterista de Callejeros había querido matar a su mujer prendiéndola fuego. Callejeros + fuego + intento de homicidio, en los cálculos del periodismo y durante un veranito que tuvo como máxima atracción a las reservas del Banco Central, = María Marta García Belsunce, como mínimo. En ese momento, la redactora Guillermina Ríos Erenú –de apenas 22 años y estudiante de Comunicación-, apelando al sentido común más que a una enseñanza universitaria, buscó el apellido Taddei en la guía telefónica y, tras varios intentos, encontró a Bruno, sobrino de Wanda, quien dijo que él y toda su familia confiaban en la única versión de los hechos que tenían, la de Eduardo: la internación de su tía, con el 60% del cuerpo quemado, era consecuencia de un accidente.
No había mucho más para decir. Mientras tanto, en la pantalla de C5N –aunque también de TN y en los medios digitales más leídos del país-, Eduardo Feinmann insistía con el intento de asesinato por parte de Eduardo Vázquez sin siquiera plantearse la posibilidad de que las cosas pudieran haber sido de otro modo. Y tomo a Feinmann como ejemplo, aunque no fue el único y quizás no sea el mejor, ya que él no suele decir barbaridades de esta índole sólo por audiencia, lo hace por convicción: debe estar convencido, Feinmann, de que todos los jóvenes vinculados al rock son oligofrénicos violentos capaces de cualquier atrocidad; de otra manera, cuesta entenderlo.
El mismo miércoles, cerca de las 19, el foco de las noticias –si es que se puede llamar noticia a simples especulaciones- se trasladó al allanamiento que la Policía realizaba en la casa de Eduardo y Wanda, en Mataderos. Desde allí, Pablo Kaplan le comentó a Feinmann que se habían encontrado signos de violencia en el domicilio. A los pocos minutos, el conductor hablaba, apasionado, de “signos de una sangrienta discusión”. El músico no había hablado, su mujer no había hablado, la familia Taddei había decidido no hablar más. Repito: no había nada más para decir. Sin embargo, para los medios –y, en consecuencia, para la sociedad- el intento de homicidio se había confirmado con signos de violencia en la casa de la pareja. Y la frutilla del postre, el primer plano de un auto de la Federal con la voz en off de Feinmann, entusiasmado como si hubiese descubierto una prueba crucial para esclarecer el crimen: “Eso que usted ve ahí es una planta de marihuana”. Se completaba el combo: muerte, drogas y rock and roll.
De Vázquez se dijo de todo, e incluso se publicaron denuncias de su ex pareja hechas durante el juicio por la tragedia de Cromañón. Hasta se consultó a la ministra de Desarrollo Social de la Ciudad, María Eugenia Vidal, para que dijera que este caso "sería una demostración más de que todavía existen muchos varones que sienten tener el derecho de decidir por sobre su mujer, y que las consideran como un objeto y no como un sujeto de derechos libre, con capacidad de decisión, de elección". Mientras en esta página se seguía –no por orgullosos, sino porque era lo único que sabíamos- hablando de un accidente, algunos lectores –que harán su mea culpa como lectores- pedían la cabeza del baterista de Callejeros. Cito, entre otros comentarios que hablaban de un “desequilibrado mental” que había “confundido a su mujer con una bengala”: “La familia tendrá el síndrome de Estocolmo, cómo van a desmentir lo que es evidente. Del festival de bengalas de Cromañón a quemar viva a su mujer hay un solo paso”.
Al día siguiente, para los medios, el intento de homicidio estaba reconfirmado: “Wanda dijo que su marido la quiso matar”, se podía leer en cualquier portal o canal de televisión. Jesica Mihelj, otra nobel periodista de la redacción de Crítica de la Argentina (que el día anterior había viajado a Mataderos para averiguar que los vecinos nunca habían sido testigos de violencia doméstica entre Eduardo y Wanda), habló con el abogado Martín Guitiérrez, quien comunicó lo que hoy ya saben todos: en la causa no figura nadie que haya afirmado que Wanda dijo tal cosa.
¿Qué es lo que nos motiva a inventar? ¿Somos investigadores, comunicadores, o una parte más de la industria del entretenimiento? ¿Cuál es el afán que persiguen aquellos que, tan desesperados por una primicia, son capaces de inventarla?
Dice la filosofía –y le pido disculpas a Platón por haberlo mandado al carajo- que el arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de quien habla. Creo, muy humildemente, que los periodistas deberíamos replantearnos varias cosas, entre ellas, el real valor de la señora Primicia. Al menos yo lo haré, porque aquí, desde la playa, me cuesta imaginarme que alguna de estas personas que disfrutan de sus vacaciones lamente haberse perdido el minuto a minuto del caso Vázquez-Taddei; cuando les toque volver, leerán –si es que les interesa- sobre lo que hoy parece haber sido un accidente. Sin embargo, a veces nos creemos que es vital para la gente saber antes que nadie –incluso antes que los propios familiares de Wanda, en este caso- qué es lo que pasó.
¿Entonces inventamos? ¿Alguien va a pedir perdón al matrimonio y sus familiares por todo lo dicho? No lo creo. Lo que creo es que, una vez más, los que se quemaron –y no por accidente- están de este lado del mostrador."
"Mi mamá, durante una conversación trivial en un balneario de Villa Gesell, me dijo que a veces le da vergüenza decir que dos de sus hijos son periodistas. En otro momento hubiera esbozado una rápida y efectiva defensa para mi hermano y para mí, porque este oficio nos entrena para ser ágiles en el arte de la persuasión; el problema -y una vez que termine usted de leer este artículo verá si lo convencí de que es un problema- es cuando los periodistas nos transformamos en esos a los cuales Platón llamaba “sofistas” y usamos los medios para darle peso, con nuestras palabras, a los argumentos más débiles. Después de dos días de cubrir y ver cómo se cubría el caso de Eduardo Vázquez (baterista de Callejeros) y Wanda Taddei, no me quedaban ganas para defender a nadie. Y, ahora que lo pienso, al carajo con Platón, yo les digo mentirosos, inescrupulosos, vendehumo, parásitos (pobres parásitos).
Aproximadamente a las 14 del miércoles y a través de la pantalla de C5N, en la redacción de Crítica de la Argentina nos enteramos de que el baterista de Callejeros había querido matar a su mujer prendiéndola fuego. Callejeros + fuego + intento de homicidio, en los cálculos del periodismo y durante un veranito que tuvo como máxima atracción a las reservas del Banco Central, = María Marta García Belsunce, como mínimo. En ese momento, la redactora Guillermina Ríos Erenú –de apenas 22 años y estudiante de Comunicación-, apelando al sentido común más que a una enseñanza universitaria, buscó el apellido Taddei en la guía telefónica y, tras varios intentos, encontró a Bruno, sobrino de Wanda, quien dijo que él y toda su familia confiaban en la única versión de los hechos que tenían, la de Eduardo: la internación de su tía, con el 60% del cuerpo quemado, era consecuencia de un accidente.
No había mucho más para decir. Mientras tanto, en la pantalla de C5N –aunque también de TN y en los medios digitales más leídos del país-, Eduardo Feinmann insistía con el intento de asesinato por parte de Eduardo Vázquez sin siquiera plantearse la posibilidad de que las cosas pudieran haber sido de otro modo. Y tomo a Feinmann como ejemplo, aunque no fue el único y quizás no sea el mejor, ya que él no suele decir barbaridades de esta índole sólo por audiencia, lo hace por convicción: debe estar convencido, Feinmann, de que todos los jóvenes vinculados al rock son oligofrénicos violentos capaces de cualquier atrocidad; de otra manera, cuesta entenderlo.
El mismo miércoles, cerca de las 19, el foco de las noticias –si es que se puede llamar noticia a simples especulaciones- se trasladó al allanamiento que la Policía realizaba en la casa de Eduardo y Wanda, en Mataderos. Desde allí, Pablo Kaplan le comentó a Feinmann que se habían encontrado signos de violencia en el domicilio. A los pocos minutos, el conductor hablaba, apasionado, de “signos de una sangrienta discusión”. El músico no había hablado, su mujer no había hablado, la familia Taddei había decidido no hablar más. Repito: no había nada más para decir. Sin embargo, para los medios –y, en consecuencia, para la sociedad- el intento de homicidio se había confirmado con signos de violencia en la casa de la pareja. Y la frutilla del postre, el primer plano de un auto de la Federal con la voz en off de Feinmann, entusiasmado como si hubiese descubierto una prueba crucial para esclarecer el crimen: “Eso que usted ve ahí es una planta de marihuana”. Se completaba el combo: muerte, drogas y rock and roll.
De Vázquez se dijo de todo, e incluso se publicaron denuncias de su ex pareja hechas durante el juicio por la tragedia de Cromañón. Hasta se consultó a la ministra de Desarrollo Social de la Ciudad, María Eugenia Vidal, para que dijera que este caso "sería una demostración más de que todavía existen muchos varones que sienten tener el derecho de decidir por sobre su mujer, y que las consideran como un objeto y no como un sujeto de derechos libre, con capacidad de decisión, de elección". Mientras en esta página se seguía –no por orgullosos, sino porque era lo único que sabíamos- hablando de un accidente, algunos lectores –que harán su mea culpa como lectores- pedían la cabeza del baterista de Callejeros. Cito, entre otros comentarios que hablaban de un “desequilibrado mental” que había “confundido a su mujer con una bengala”: “La familia tendrá el síndrome de Estocolmo, cómo van a desmentir lo que es evidente. Del festival de bengalas de Cromañón a quemar viva a su mujer hay un solo paso”.
Al día siguiente, para los medios, el intento de homicidio estaba reconfirmado: “Wanda dijo que su marido la quiso matar”, se podía leer en cualquier portal o canal de televisión. Jesica Mihelj, otra nobel periodista de la redacción de Crítica de la Argentina (que el día anterior había viajado a Mataderos para averiguar que los vecinos nunca habían sido testigos de violencia doméstica entre Eduardo y Wanda), habló con el abogado Martín Guitiérrez, quien comunicó lo que hoy ya saben todos: en la causa no figura nadie que haya afirmado que Wanda dijo tal cosa.
¿Qué es lo que nos motiva a inventar? ¿Somos investigadores, comunicadores, o una parte más de la industria del entretenimiento? ¿Cuál es el afán que persiguen aquellos que, tan desesperados por una primicia, son capaces de inventarla?
Dice la filosofía –y le pido disculpas a Platón por haberlo mandado al carajo- que el arte de la persuasión no está al servicio de la verdad sino de quien habla. Creo, muy humildemente, que los periodistas deberíamos replantearnos varias cosas, entre ellas, el real valor de la señora Primicia. Al menos yo lo haré, porque aquí, desde la playa, me cuesta imaginarme que alguna de estas personas que disfrutan de sus vacaciones lamente haberse perdido el minuto a minuto del caso Vázquez-Taddei; cuando les toque volver, leerán –si es que les interesa- sobre lo que hoy parece haber sido un accidente. Sin embargo, a veces nos creemos que es vital para la gente saber antes que nadie –incluso antes que los propios familiares de Wanda, en este caso- qué es lo que pasó.
¿Entonces inventamos? ¿Alguien va a pedir perdón al matrimonio y sus familiares por todo lo dicho? No lo creo. Lo que creo es que, una vez más, los que se quemaron –y no por accidente- están de este lado del mostrador."
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Podés comentar lo que tengas ganas, si te gustó, si no te gustó, si te deprimí, si te alegré.